La entrada es la salida

Un trillado pecado de escritor vulgar y pretencioso adolece el título de este texto tan añejo como mi desgraciado humor, por lo que me atrevo a justificar el uso de tal oxímoron como una representación de mi sentir ante el aprisionamiento de la realidad que rompe toda pretensión de mis utópicas fruslerías.

¿A qué me refiero? A que escribir es la única posible válvula de escape con la suficiente sustancia para no resultarme absurda. Sin embargo, también he de confesar que mis terror a escribir produce esa oleada de adrenalina suficiente para concluir esta entrada al blog.

Escribir se ha vuelto sin duda uno de mis mayores aplazamientos, principalmente a esa inquietud de evitar sabotear al mundo con textos desechables. ¿Pero qué no es desechable en estos tiempos donde lo transitorio es parte de la idea de lo sustentable?

Espero que la sensatez que me dan las primeras canas puedan dotar mis frases a quemarropa y el ímpetu de mis nostalgias de algo fecundo en esta turbulenta época del ocio.

He de concluir en estas escuetas líneas de texto hecho, adheridas a otras tantas plastas de ideas, que ansío crear un plan que se materialice en algo socialmente, o mejor dicho masivamente, aceptable.

Porque al fin y al cabo, es a la masa a la que pertenezco, la que me proporciona la sombra suficiente para no calcinarme con con tanta lucidez.

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